La sinceridad de las personas va de la manor de la autenticidad y de la veracidad. La sinceridad es patrimonio de las personas que poseen, en grado sumo, grandes dosis de valentía y de sencillez. Ciertamente, el rasgo que mejor define a las personas sinceras, que aman y practican la verdad en sus palabras y en sus obras, es la sencillez y la humanidad. Por eso defienden la verdad. No su verdad, ya que entienden que nadie tiene toda la verdad.
La sinceridad, pues, exige autenticidad y veracidad. Ser veraces implica necesariamente actuar conforme a lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos. Es decir, ser veraces está, a la vez, reñido con la doblez y la falsedad.
La sinceridad exige la valentía de ser uno mismo, sin importarle las consecuencias, actuando según le indique a uno la justicia y la razón. Sólo las personas capaces de decir siempre y en todo momento la verdad saben el valor, la generosidad y el coraje que hace falta para presentarse ante los demás tal como uno es, sin trampas ni disimulos, para actuar de modo que el otro pueda malinterpretar o incluso, criticar, nuestras acciones. La sinceridad exige además de la verdad en nuestras palabras, la verdad en nuestras vidas y que lo que digamos y hagamos sea reflejo de nuestro interior.
Creo firmemente que la sinceridad y la verdad nos devolverán la libertad y la dignidad perdida, y nos permitirán cominar por los senderos de la unión y de la reconciliación, que tanta falta le hacen a este puieblo nuestro. Decía Emerson que la violación de la verdad no es sólo una especie de suicidio del embustero, sino una puñalada en la salud de la sociedad. Una salud sólo recuperable con la práctica y la búsqueda incansable de la sinceridad en nuestras palabras y obras.
Todo esto viene a cuento de aquellas personas, vecinos y vecinas, que pese a todo, a las críticas, a las vigilancias, incomprensiones, reproches, son capaces de dar un paso al frente, con el valor que decía Sabater (doble acepción de la palabra valor, algo valioso y rasgo de valentía), y que de una manera que cada día me sorprende más y me hacen valorar más a mis vecinos y vecinas, se dirigen a nosotros y, con el buen tono que caracteriza a nuestro pueblo, son capaces de darnos sugerencias, e incluso lecciones, desde la autenticidad, la veracidad, la sencillez, la humanidad y el valor, sobre todo, el valor. Gracias a todos ellos, de los que aprendo continuamente, y a los que respeto y valoro en grado sumo, porque me consta que el precio que pagamos la gente sincera a veces es muy alto, pero merece la pena, porque la conciencia siempre está tranquila.
A quienes nos ofrecen sus consejos, sus sugerencias, sus aportaciones... ¡gracias!
viernes, 11 de julio de 2008
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2 comentarios:
Yo aquí vuelvo a felicitar a Doña Fidela, por la forma de expresar lo que siente con tan bonita redacción que acaba de hacer.
Es cierto que debemos quitarnos ese temor a hablar, a sincerarnos, a que es hora de tener la libertad de expresión que teníamos hace 25 años atrás. Yo recuerdo aquellos años en que todo el municipio cuando acudíamos a las fiestas, ya fueran en San Juan como en San José, la cordialidad de los vecinos, el vivir de tod@s. Hasta que llegó este desgobierno y lo único que ha hecho es enfrentarnos con nuestr@s propi@s vecin@s. La convivencia entre unos y otros se ha roto. Y me dá tristeza todo esto.
Pero lo que si estamos viendo ahora de 1 año a estas fechas, es que esto va cambiando gracias a usted Doña Fidela, ya que l@s vecin@s de este municipio nos acercamos a usted como el niño que busca a su madre para que le ayude a solucionar sus pequeños o grandes problemillas. Gracias a usted. Y es cierto que debemos ir perdiendo nuestros prejuicios y ser valientes para seguir tocando a su puerta que va a estar ahí para echarnos las dos manos.
A tod@s mis vecin@s de este Municipio. ¡¡¡ABRAN LOS OJOS!!! y no nos dejemos manipular más por estos y falso desgobernantes.
Cuando una persona afronta con valentía su vida, sus ideas, sus postulados y desea que las cosas vayan cambiando, no le queda más remedio que seguir en su línea. Pese a quien le pese. Pero esta es una tarea muy difícil, sobretoso cuando no se ha educado en la sinceridad. La sinceridad como otras tantas virtudes, necesita de un modelo vivo, de una instrucción y de un aprendizaje. No todos están dispuestos a aprender, aún dándose cuenta que sin sinceridad las cosas se pueden torcer más. Pero aquellos que conscientemente quieren y desean ser sinceros consigo mismos y con los demás habrán probados de las mieles de una vida más satisfactoria, más entera, más plena y desde luego más humana. Gracias Fidela por tantos comunicados que nos aporta en la línea más constructiva y más humana. Este es una más.
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