domingo, 20 de julio de 2008

SECTARIOS

En nuestro país hemos presenciado, en el pasado, cuando el tan admirado por el alcalde Manuel Reyes, José María Aznar, gobernaba, momentos de crispación política exacerbada, que continuaron en la legislatura pasada.
Durante el mandato de Aznar, el PP actuó siempre como oposición de la oposición, en un intento descarado de desgastar a quien aún no tenía ninguna responsabilidad política, porque no había gobernado.

Esto nos pasa a los socialistas de San Juan de la Rambla en estos momentos. CC-AIS ha tomado por norma perturbar el ambiente político, en un intento descarado por desgastar a la oposición, y acusarnos, de paso, de querer desgastarles a ellos. La realidad es que, si nos pasa como al PSOE opositor cuando Aznar gobernaba, saldremos reforzados porque, a la larga, los propios desgobernantes están demostrando que se bastan y se sobran para desgastarse a ellos mismos con sus nefastas acciones.

En momentos de tensión surgen actitudes normalmente reprimidas, que no quiere decir que sean las actitudes naturales de la persona o el grupo. Todos tenemos impulsos que logramos reprimir con éxito, gracias a lo cual la sociedad funciona; ese es el signo de la civilización. Ahora bien, aunque sintamos el impulso de patear la cabeza de quien nos planta el sobaco rezumante de humanidad en pleno rostro en las angosturas del transporte público, eso no quiere decir que nuestra naturaleza sea agresiva, o que sea la agresividad lo que defina nuestro carácter. Es muestra de personas civilizadas el comportamiento secundario, esto es, razonar y dejar pasar el primer impulso, de forma que no cedamos a la tensión, que puede llegar a transformarnos y hacernos explotar en un momento dado, como podemos aplastar una botella y esparcir su contenido sin que ese sea el comportamiento habitual. Y es obligación de las personas más experimentadas no sólo no ceder, sino ser ejemplo de las más jóvenes y menos experimentadas de cómo se canalizan incluso los peores institntos en positivo, contando con que, además, los humanos tenemos la fortuna de ser flexibles, y una vez desaparecida la presión volvemos a nuestro estado natural.

Eso no pasa en los dirigentes de CC-AIS, que mandan a los más vulnerables e inexpertos a hacer cosas que ellos no se atreven. Como quien dice, tiran la piedra y esconden la mano.

No obstante, y para tranquilidad de quienes se preocupan por mí, tengo que decirles que creo que no hay razones para preocuparse en exceso ante este largo período de crispación política municipal. Llegará un momento en que se cansarán, en el que la presión desaparecerá y volveremos a la tranquilidad habitual del comportamiento de observar cómo los líderes de CC-AIS actúan como quienes no tienen ideas y han pasado por un período de esfuerzo excesivo que les dejará agotados. Porque el insulto también agota, sobre todo cuando lo positivo, auténtico alimento para las energías personales, no fluye en demasía en nuestros desgobernantes.

Pero, mientras llega ese momento, podemos observar ciertas actitudes en nuestros congéneres. Se dice que en momentos de crisis puede salir lo mejor de nosotros, pero también lo peor; creo que, ahora, estamos viendo lo peor de cada casa y de cada uno de estos nacionalistas de pacotilla, que ni siquiera lo son, como demuestra el alcalde, líder de todos ellos, en el famoso video recuperado de “La Luna”, en que sólo le faltó gritar, brazo en alto: "Viva Franco, arriba España" . En estos momentos, aparece o brilla más la figura del sectario, aquel que se comporta como un hooligan de la política, con su partido a muerte haga lo que haga, diga lo que diga y aunque deje de hacer o de decir. Como sea. Los hay más papistas que el papa, como Jiménez Losantos, o en lo local como el infecto telepredicador de la AIS-CC. Estos personajes tan radicales en sus proclamas ultraderechistas llegan a dañar gravemente al partido que dicen apoyar, porque cada vez más son las personas de buen vivir que rechazan los modos de semejantes personajes.

Lo malo es que, como dicen las abuelas, todo se pega menos la hermosura, y el sectarismo entre los pseudonacionalistas actuales, se extiende. Por ello, hace pocos días, el alcalde se reunió con sus acólitos y les exigió mayor agresividad, mayor sectarismo. Cada partido tiene su propio dóberman especialmente dotado para inflamar a la propia hinchada tanto como a la ajena. Lo que es extraño es, que en esta ocasión, actúe como tal el propio líder, demostrando la mayor debilidad de los últimos tiempos, al ejercer el papel que casi siempre se deja a segundones. Cuando estos personajes se ponen nerviosos, no controlan las consignas y señalan taxativamente al contrario, que empieza a verse, más que como adversario político, como enemigo, lo que constituye la mayor prueba de su debilidad. Para ello, usa cualquier formato en que desahogar su frustración. En el caso de Reyes, un medio de comunicación, directa o indirectamente pagado por todos nosotros, y con él pretende hacernos sombra y daño tan burdamente que, en lugar de usar en nuestra contra argumentos políticos sólidos, no se da cuenta de que, como directamente se difama, insulta, miente y manipula, poco a poco va perdiendo la credibilidad. Porque se puede engañar a todo el mundo alguna vez, a unos pocos todo el tiempo, pero a la mayoría siempre es bastante difícil.

Su problema, el de don Manuel, es que al sectario esto no le parece mal, es más, lo prefiere. Y exige que se difame, insulte, mienta y manipule más aún. Nunca calma su sed. Parece que destila odio, aunque no es así, porque el odio es un sentimiento más profundo y el sectario sólo padece sentimientos superficiales. Pero el sectario terminará por olvidar, aunque en condiciones semejantes se reproducirán los mismos patrones de comportamiento, aunque es posible que lo haga en la dirección contraria. Porque el sectario es chaquetero también, a veces. Conviene aclarar que el sectario es leal, sí, pero sólo al último que le ha favorecido. Para ciertas cosas tiene mala memoria, así que los antiguos favores se le olvidan. Tiene poca memoria para los favores, así que debe vaciarla de vez en cuando para dejar sitio.
El sectario es, en definitiva, una víctima. Una criatura mecida por las circunstancias, un niño perdido, necesitado de orientación que, sin embargo, suele considerarse libre e independiente; suele decir de sí mismo que es un librepensador, cuando no tiene una sola idea propia en la mente.

¿Cómo es posible, cabe preguntarse, que en una sociedad en la que el conocimiento es gratuito y abundante, puedan proliferar este tipo de personajes? Seguro que se pueden hacer estudios profundos y sesudos al respecto, pero me temo que la respuesta no necesita más que intuición: porque es más fácil dejarse llevar.

¡Y esto es tan triste!. Pobres sectarios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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