viernes, 11 de julio de 2008

LA PIEDRA DEL GALLO, VISTA POR MI EN 2001

Esto se publicó en El Día en 2001. Lo escribí yo. No lo recordaba. Pero me parece tan actual, que no me resisto a recrearlo para todos y todas ustedes. Espero que lo disfruten y lo compartan.

San Juan de la Rambla, un futuro de esperanza

Coincido con José Saramago en que el fin de un viaje es el inicio de otro. Ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se ha visto de noche, con el sol lo que se ha visto bajo la lluvia. Y así quiero ver yo a mi pueblo. San Juan de la Rambla habrá de ser visto de nuevo cuando se acabe este viaje lleno de zozobras y dificultades, de desuniones y de congojas, de angustias y de desasosiegos. Porque San Juan, visto de nuevo o con nuevos ojos, visto con la esperanza de la primavera y no con la del agostamiento (¿agotamiento?) del verano, con la luz del día y no con la oscuridad nocturna, es un San Juan posible, pero que en la actualidad no existe.
En este momento es una categoría de la mente, un agitado mar interior que uno debe navegar cada día pensando en el agua cristalina de Las Aguas o de La Rambla, aguas tan limpias y azules como puede ser la memoria de cada uno de los rambleros. Una categoría de la mente que desea la llegada de un tiempo en que pueda más el amor al pueblo que los rencores o venganzas de tiempos ya idos, afortunadamente, y que nada tiene que ver con la esperanza de futuro que merece nuestra población más joven. Porque ni su generación, ni si me apuran la mía, tienen memoria de aquellos tiempos pretéritos que hoy se insiste en recordar. Y hablo de la memoria porque es la memoria la que conserva y evoca, en cada persona, su particular geografía interior. Y mi geografía interior está compuesta de fragmentos de la geografía de San Juan de la Rambla. Por eso necesito, como mucha más gente, reencontrarme con el verdadero San Juan de la Rambla.
Mi reencuentro con San Juan es, debe ser, un reencuentro con aquella que fui y con los lugares que transité, los mismos que habitaron y transitaron todos aquellos que me precedieron en el poblamiento de este pueblo. Y recobrar un San Juan que es monte. Y como monte, en esta tierra aprendí que la oscuridad más que brillar, resplandece; que existen rumores y sonidos en el silencio y que de la luz de la oscuridad y del sonido del silencio salen infinidad de historias que jamás se han escrito, que tal vez jamás se escribirán y que poblaron mis azoteas nocturnas de tertulias intergeneracionales y de desfajinar el millo en San José. Pero San Juan también es un pueblo luminoso, con una luz que contrasta con las diferentes formas de verdor de su vegetación. Mi memoria lo recuerda resplandeciente y dorado, en mediodías de siega y de trilla.
Es curioso cómo una de las primeras cosas que rescata la nostalgia de la niñez es la luz. Pero San Juan también es un pueblo donde la luz adopta matices distintos y mágicos en el contacto con el mar, con el horizonte, con los roques emergentes en sus costas allá por la Piedra del Gallo de mis ancestros. Hay una teoría que afirma que las tiranías odian el mar, precisamente porque el mar es una ventana por donde pueden entrar aires de libertad. Tal vez por eso San Juan de la Rambla ha crecido hacia arriba, hacia el interior, con una especie de consigna de acabar con la costa que se abre al más allá, al futuro, a otros horizontes. Ojalá la costa y los altos, los altos y la costa, recuperen su equilibrio por el bien de los rambleros. Que así sea y que sea pronto.
Fidela V.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Doña Fidela, ya desde ese entonces usted veía en su pueblo la esperanza de algo mejor y ya para entonces las ideas estaban surgiendo para la mejora y para el avance.Me ale gra que haya podido rescatar este escrito que tiene 7 años para el disfrute y el okacer de los que le seguimos a usted y su trayectoria. Un abrazo allende los mares.

Anónimo dijo...

Si todos amásemos el pueblo de esa manera tan romántica San Juan de la Rambla sería hoy uno de los lugares más bonitos del mundo, pero para ello es necesario mirar al pueblo con ojos sinceros y limpios, sin la perturbación del poder, poder que debiera usarse para mejorar nuestro enotorno y no para enriquecerse a uno mismo. El poder mal usado ha llevado al municipio al punto donde hoy se encuentra, un pueblo del norte desordenado y sucio que ningún extraño conoce sino por la polémica del ayuntamiento.

Anónimo dijo...

Doña Fidela si los desgobernantes que tenemos en nuestro pueblo lo quisiran sólo una cuarta parte de lo que usted lo hace otro "gallo" nos cantaría. Un besos muy fuerte, es usted maravillosa.