Antonio es agricultor. Conoce todo lo que hay que conocer de agricultura. También conoce el monte. Fue, durante mucho tiempo, su sustento. Antonio ya tiene una edad. Pero aún sigue cultivando primorosamente sus terrenos, y preocupándose por los terrenos de los otros. Tiene en estos momentos dos grandes preocupaciones: la plaga de la polilla guatemalteca que ha casi acabado con la producción papera del municipio, y el monte. "Se vuelve a quemar" me dijo. "Lo que han hecho y nada es lo mismo".
Antonio es un ramblero de casta. Como casi todos, hace varias generaciones que su familia, sus antepasados, han contribuido a construir este pueblo. Conoció los tiempos duros. Crió a una buena familia. Sabe de agricultura y de ganadería tanto, tanto, que podría enseñar a muchos de los gobernantes actuales, que presumen sin saber. Es prudente, como toda nuestra gente. Su huerta, el sitio de la casa, huele de limpia y bien cuidada que está.
Hace poco estuve en su casa. La hospitalidad de Antonio y de su mujer, espero que me permitan que los considere mis amigos, es la hospitalidad antigua de nuestra gente. Hablamos del monte, de la agricultura, de la familia, de los terrenos, de la cosecha. También de las buenas costumbres, esas que tan bien nos han sabido transmitir Antonio y su mujer, mis padres, mis abuelos. Hablamos de todo y no de nadie, que es como decir que hablamos de las cosas importantes.
Salí sabiendo mucho más que cuando entré.
Cuando me fuí, me esperó en la puerta, a la manera antigua, con una bolsita de papas bonitas y otra de olorosas ciruelas, de las que mi familia no tiene, de las negras, pequeñitas, de las de antes. Se las traje a mi madre, que las apreció mucho, porque hacía tiempo que no las probaba.
Gracias a los dos, a Antonio y a su mujer, por permitirme comprobar que también existe, en nuestro municipio, lo mejor de cada casa, y que ustedes son una muestra. Aunque lo que más se vea, por vociferante y altanero, sea lo peor.
martes, 29 de julio de 2008
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4 comentarios:
Envidio a D. Antonio, por la facilidad que tiene para seguir arrancando las malas hierbas. Me gustaría ser agricultora, súper agricultora, ¡qué fácil sería!...
Gracias Fidela por devolvernos cada día la ilusión y confirmarnos en la certeza de la existencia de la buena gente. Sabemos que están ahí, son los menos que hablan, por que no quieren o porque no pueden, pero es por ellos por quienes luchamos día a día. Son los más importantes. Son padres, madres, tíos, abuelos, nietos, hermanos,… No insultan, no gritan, pero están ahí, esperan… Y nosotros compartimos con ellos la esperanza y la convertiremos en certeza.
Gracias Fidela por volver sin haberte ido, por levantar la cabeza sin haberla agachado, por mirar de frente sin haber desviado la mirada, por estar cansada y no descansar. Gracias por estar y gracias por ser. Gracias y un beso.
Gracias, Amelia, por tu comentario. No utilizo la página principal porque tengo un bloqueo del blog y no me deja publicar. Pero sí que puedo hacerlo como comentario!!!! un besito y gracias por tus ánimos permanentes, que son un poco como sopa de pollo para mi alma, cuando está triste. Eres estupenda.
Muy bien por don Antonio y su mujer, gracias por todos los Antonios y mujeres que como él existen en nuestro querido pueblo, que en su silencio transmitido llega de esta manera compartida por doña Fidela. Aquí hay gente tan buena como ellos, que son sabedores de nuestra tierra. Que ya llegará el día en que tod@s podamos salir a la calle y podamos hablar sin diferencias, sin miedos, sin ocultar cual es nuestro color, cual es la gente a la que quiero y demuestro mi afecto. Gracias Fidela por estos pequeños encuentros con la gente de nuestro pueblo. Eres GRANDE te queremos en esta lucha por la PAZ de nuestro pueblo. Un besote.
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