Adiós, Juan Antonio. Excelente servidor público, te fuiste silenciosamente, haciendo lo que sabías hacer mejor, y donde eras un modelo de servicio que deja vacío de contenido el lugar común sobre los funcionarios: trabajando en tu despacho.
Dicen que ya no existen los hombres buenos, los caballeros, los amigos. Lo dicen los que no han tenido la suerte de conocer a alguien como tú. Lo dicen también porque quizás el siglo XX castigó a los de tu estirpe, o quizá porque algunas personas conservan aquel viejo mito contra los cuerpos de seguridad, alimentado en otras épocas, prejuicio contra el que muchos tuvimos que luchar por mor de no tener que sucumbir a un prejuicio peor que los que combatimos. También dicen que los hombres buenos son casi una leyenda, algo similar al unicornio o a los dragones de siete cabezas. Sin embargo, personas como Juan Antonio son vivos ejemplos de que aún hay espacio para la esperanza. Toda la trayectoria de Juan Antonio, que se puede leer hoy en la prensa, es el ejemplo vivo de un funcionario cabal, un servidor público que puso su profesión al servicio de la ley y el orden, que se enfrentó a grandes retos y a grandes adversarios, a los que logró superar, vencer, por suerte para nuestra seguridad y bienestar, la de todos los tinerfeños y todas las tinerfeñas. Sencillo y poco dado a jactarse de sus logros y de su valía, Juan Antonio, desde la discreción, mejoró los niveles de seguridad de nuestras calles, liderando un equipo profesional de los que cada vez más muchas personas nos hemos sentido orgullosas. Espero que así lo haya percibido su familia, desde la amargura de la pérdida de un referente familiar, y que le pueda servir como lenitivo a la prematura ausencia, el consuelo de que todos sentimos en el corazón la pérdida del amigo, del hombre bueno y del caballero, sobre todo del amigo que supo granjearse el afecto de esta isla en los años en que permaneció entre nosotros y de que los tinerfeños y las tinerfeñas nos hemos sentido orgullosos, profundamente orgullosos, de haberlo tenido entre nosotros y que haya cumplido su servicio de manera impecable. Hoy le despedimos altos cargos, amigos y familia. Pero, a diferencia de otros actos protocolarios, todas las personas que allí estábamos acudimos, más que por cumplir, porque se iba un hombre bueno, que supo hacer de la valentía, la ilusión, el arrojo y la entrega, el santo y seña de su vida. Gracias, Juan Antonio, y hasta siempre.
1 comentario:
Mi más sincero pésame a la familia, amigos y compañeros de Don Juan Antonio Gil Rubiales, hemos perdido un gran profesional de los que hay pocos y por donde quiera que ha pasado ha dejados buenos amigos. Adios Juan Antonio.
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