HAY HOMBRES

Quiero comenzar este artículo con un mensaje en positivo: hay hombres.
Pese a lo que estamos viendo alrededor, los hay, muy cerca, son nuestros vecinos, y no tienen nada que ver con el machismo insultante que se ha desplegado en los últimos días. Algunos, en privado, asustados con este pavoroso ataque al que me han sometido los insultadores oficiales a sueldo del grupò de gobierno, me han ofrecido su protección. La buena gente de este municipio está asustada. Ya son capaces, hombres de pelo en pecho, de calificar de machistas y maltratadores a los que me insultan o pagan para que se me insulte. Los últimos insultos son mamarracha y zombie.
Y como no soy zombie, y la buena gente que me rodea, que ha intensificado su trabajo en mi momento de bajona, se merece que vuelva a la brega, aquí estoy. ¡Gracias al equipo de documentación que trabajó ayer por la tarde, y gracias al de cartelería que trabajó ayer por la noche!. Ustedes, como los hombres del pueblo que me han mostrado su solidaridad y su apoyo, se lo merecen todo.
Se lo debía también, como Hombre con mayúsculas, hablando de machistas y maltratadores, a José Vicente Marqués, un pionero de la lucha por las igualdades. José Vicente me perdonará, desde el cielo de la buena gente, que traduzca su nombre del catalán al castellano, más que nada porque me hace ilusión que uno de mis hijos se llame como él y que sea tan buena gente como él, tan similar a él en sus planteamientos vitales.
José Vicente Marqués murió hace unos meses, para tristeza de todas las personas que disfrutábamos con sus escritos periódicos en El País. Murió en una silla de ruedas, sin casi poder hablar, pero manteniendo la cabeza lúcida, el humor y la ironía que siempre le caracterizó. A esa silla de ruedas fue confinado por una penosa enfermedad.
Decía desde allí: "La buena gente suele confundirlo con estar tonto, pero yo qué más quisiera".
Cuando me califican de loca y otras lindezas (zombie ahora) por relatar y denunciar la penosa situación en que se encuentra el municipio y sus habitantes (salvo los favorecidos por el dedo del alcalde), recuerdo esta frase de Marqués, a la que sólo le cambiaría dos palabras, y pienso: "La mala gente suele confundirlo (la denuncia de la realidad) con estar loca, pero yo qué más quisiera". Porque si fuera sólo producto de mi imaginación, ni mi pueblo estaría en las condiciones que está, ni se habría producido la secesión social que tan caro nos ha costado, ni habría el miedo que hay tras las amenazas y llamaditas al orden que se suelen producir cada vez que alguien osa pedir alguna cosa justa o protestar por algo que debe mejorarse. ¿Loca? ¿sin neuronas? qué más quisiera yo, por el bien de mi pueblo. Pero esa no es la realidad. La triste realidad.

Volvamos a José Vicente Marqués.
Me voy a apropiar de algunas frases de él, que sé que son compartidas por mucha de nuestra gente, buena gente de verdad, no como lo que quería decir el militante de AIS que nos gritaba, con sarcasmo y para agredirnos, en la campaña local del año pasado: "¡Adiós, buena gente!"·

"Continúo teniendo la misma mala opinión del capitalismo, el previsible desastre ecológico y el machismo. Aún firmaría la consigna que, en un panfleto del año creo que setenta, escribí: País Valenciano libre, socialista, no patriarcal y solidario con todos los pueblos del mundo"
¿Y si cambiamos País Valenciano por Canarias? ¿Y si localizamos más y ponemos San Juan de la Rambla? Miren qué bonito:
San Juan de la Rambla libre, socialista, no patriarcal y solidario con todos los pueblos del mundo.
Gracias, Amelia, a tí también, por trascender tantas veces de lo local, evitando que nos hundamos en el ombliguismo.
José Vicente Marqués, al decir de muchos y muchas, fue uno de los intelectuales más progresistas y honestos de la transición. De esa trasición que algunos que se ganan la vida insultando pretenden manchar queriendo protagonizarla.
Para Marqués, y comparto con él esa idea, todo estaba al alcance de cualquiera como él que estuviera dispuesto a conquistarlo, desde la cátedra hasta el escaño de diputado; decía que sólo era necesario querer y desayunar tres sapos cada mañana para hacer estómago.
Si José Vicente Marqués pudo hacerlo, pudo desayunar tres sapos cada mañana para hacer estómago y mantenerse erguido, yo también puedo, cómo no. En el centro donde pasó sus últimos días, discutía, desde su feminismo militante (José Vicente fue el impulsor del movimiento Hombres por la Igualdad) con los celadores que, al ayudarlo, le llamaban campeón o machote. A él, que reivindicaba la altura de lo humano, que defendía la renuncia a lo divino para mostrarse, digna y valientemente, humano.
"Para tener vértigo, tener escaso el pene, no saber conducir ni coche ni moto ni bicicleta, no haber terminado de leer a Marx ni a Freud... he llegado muy alto", dijo como despedida. Ahora ya estás para siempre en nuestro corazón y en las alturas, y con tu generosidad, me permitirás que vuelva a usar tus palabras, adaptándolas a mí misma:
"De niña superé, con tesón y en el Lomo de La Guancha, mi vértigo congénito. Sólo me costó una caída y una raspadura profunda, que no dejó huella.
Si tú confesaste el horror vacuii de los varones (la escasez de pene), yo, como tú, puedo confesar el horror vacuii femenino, la escasez de afectos (amorosos, se entiende, de los otros voy magníficamente servida, para mal de algunos). Así que no les vale que lo usen en mi contra. Es natural y no pasa nada por no tener pareja.
A diferencia de José Vicente sí sé conducir coches (bueno, más o menos, bastante que me costó aprender) pero como él, no sé conducir motos ni bicicletas (todo llegará, tengo la oferta de un par de alumnos de San José de este año, a los que aprovecho para agradecérselo y decirle que no me olvido y que los usaré pronto como instructores).
A diferencia de él, sí acabé de leer a Marx y a Freud, pero me ha valido utilitariamente más conocer a la buena gente, esa a la que he visitado estos días y que me han mostrado su solidaridad y su hospitalidad, y han desmentido esa imagen de crispación que algunos políticos de pacotilla (o que juegan a políticos) van dejando como única herencia en este pueblo y que no tiene nada que ver con sus habitantes, y sí con quienes tienen una teta que no quieren soltar.
Y todas esas carencias, que comparto, más o menos, con Marqués, no me han impedido nada, ni siquiera mi miopía, ni ser zurda, ni mi discapacidad momentánea (pese a que se rían de ella por el canal innombrable), me avergüenza, más bien me sensibiliza hacia los que están como yo, pero de manera permanente. ¡Mira que financiar una tele que se mofa de las discapacidades!,
Todo es alcanzable. Todo. También ver libre a mi pueblo de una dictadura, en la que nunca debió caer. Todo. Como dice José Vicente Marqués, sólo hay que querer, y estar dispuesto a deayunarse cada día con tres sapos para hacer estómago.
Yo quiero, sobre todo porque la gente a mi alrededor, la buena gente del pueblo, se lo merece. Y para hacer estómago, me voy a desayunar cada día con tres sapos. Empiezo hoy.