UNA OFENSA INNECESARIA

El sábado por la noche, en plenas fiestas patronales, el tradicional festival programado por la Comisión de Fiestas 2008 fue el lugar donde se infligió una ofensa, por lo demás, innecesaria, a nuestro pueblo. Presidiendo el acto estaba uno de los vecinos, hoy cargo público, que más daño innecesario, gratuito y lesivo ha causado a sus convecinos nunca, me atrevería a decir que incluso en ninguna parte. El personaje ha hecho omisión de la conducta de buena vecindad que siempre caracterizó a los rambleros y a las rambleras, y, amén de colaborar, o perpetrar, alcaldadas múltiples, sobre todo en la alcaldada mayor (aquella que alteró la historia de nuestro pueblo), ha amenazado, amedrentado, ofendido con insultos y frases y expresiones soeces, coaccionado policial y judicialmente (la última, hace muy pocos meses), escupido y agredido físicamente a vecinos y vecinas de nuestro pueblo. Y ese personaje vio la oportunidad de oro de forzar a sus vecinos a admitir su presencia: buscar que el Cabildo financiara un festival (ni siquiera lo hizo con fondos propios, o del ayuntamiento, sino con fondos de una institución prestigiosa y señera), hacerse acompañar por cargos de esa institución e irrumpir en el recinto que sirvió de oprobio a los vecinos y a las vecinas, con unas obras que se eternizaron por la mala gestión del ayuntamiento, y que causó sonrojo a propios y extraños durante largos años. Plaza que el Cabildo, con buen criterio, remodela escuchando a los vecinos (yo estuve en la génesis de esa negociación) y que sirvió para que el personajillo en cuestión cargara contra los múltiples vecinos que impidieron, en su momento, perpetrar el adefesio que tenían proyectado. Eso, por poner un ejemplo. Ni siquiera en su culminación ha sido respetuoso, porque ¿quién sino el ayuntamiento informó de que la plaza se llamaba de San Juan Bautista, cuando en realidad lleva el nombre de la ilustre dama doña Rosario Oramas?.
Los vecinos hicieron, la noche del sábado, lo que debieron: tragar sapos y quedarse a un festival, por respeto a unos visitantes que nada tienen que ver con las andanzas (malas) y el descaro de quien, no habiendo respetado a su pueblo, se presenta para "sacarse la foto". Parte de la comisión de fiestas, sorprendida en su buena fe, resistió como pudo.
Mal por el personajillo, cuyo derecho a pisar la plaza no seré yo quien se lo hurte, pero las ofensas necesitan un desagravio, y el desagravio a San Juan de la Rambla por agravios tan mayúsculos como los que el personajillo ha perpetrado tienen poco que ver con gestionar, que no pagar, un festival para las fiestas. El orgullo y la dignidad de un pueblo no tienen precio, pese a que el personajillo vaya diciendo donde le quieran oir, que él conoce a su pueblo, y que en un par de años, con festivales y otras minucias, se lo mete en el bote. Pese a que la casa de los Pérez, el espacio escénico del Tabaiba, la deteriorada Iglesia, un pueblo histórico que se cae de pura incuria y el falso cartel de las 80 viviendas, a lo lejos, presencien la humillación.
Mal por parte de una parte de la comisión, algunos de ellos cercanos a los socialistas, otrora luchadores por la dignidad de un pueblo, cuya conducta nos resulta inexplicable y de la que nos declaramos absolutamente ajenos, tanto el grupo municipal, como la dirección del partido, reunidos de urgencia el día de ayer.Como socialistas, lo que hacemos desde esta página es pedir perdón por la supuesta traición que pareció desprenderse de la conducta de algún socialista en la gestión de estas fiestas.
BIEN con mayúsculas por el resto del pueblo, a los que sumamos a una parte importante de la comisión de fiestas, que no sólo continúa (así nos lo han manifestado a nosotros) conservando su orgullo y su hidalguía, sino que, respetando profundamente el sentido de la hospitalidad ramblero, el sábado mostró su mejor cara ante los foráneos. Pero al personajillo y a los que le pusieron donde no debía estar, recordarles que las ofensas se perdonan pero no se olvidan. Pero que, incluso para perdonar, el ofensor ha de pedir perdón. Y no se pide perdón con una paella, ni con un festival.
También habría que recordarle al personajillo, y a otros, que las cosas que se dan no se cobran. Ni siquiera mediante una foto publicitaria. Se dan, y punto. Sobre todo cuando el dinero es de todos. Así hacemos los que hemos mamado de este pueblo la hidalguía, el saber estar y la buena crianza.
Felices fiestas a todos.